Cuando la mayoría de los cazas ya habían causado baja para el vuelo hacía varios años, gran parte de ellos permanecían almacenados en un hangar sin tener un fin claramente definido. Mientras se tomaba una decisión definitiva al respecto algunos iban a emprender un último viaje, después de miles horas de vuelo, por carretera para ser parte del recuerdo, Se montarían en bases y rotondas para contemplación de los transeúntes y satisfacción de los aerotranstornados. Por desgracia no todos iban a tener tan honroso final. Algunos acabarían como blancos en el polígono de tiro de las Bardenas Reales.
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